• 16 de Febrero

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El libro de los abrazos es también el libro de los manjares. Cada relato corto, cada retazo de escritura (y son 191) es como un manjar o un bocadito. Confieso que como tales, yo quería degustarlos de a poco, pasito a pasito, pero pecador de gula me fui de una, me di un atracón con total glotonería, devorando todo sin misericordia.

Y por ser devorador compulsivo de manjares, me di cuenta cuando ya quedaba poco para degustar, que entremedio habían algunos entremeses dudosos y otros que parecían caviares, pero eran sustitutos de tercera.

Relatos, relatitos, cuentos pequeños y frases para el bronce. Por aquí pasa la celebración de la fantasía, la locura de la misma realidad; los irreverentes devaneos teológicos; las anécdotas cobradas a la cultura de todas partes; los ejemplos groseros de la ridícula burocracia y las bromas siniestras de las dictaduras latinoamericanas.

Y una mención aparte para las historias de los nadies, aquellos que sueñan con salir de pobres (Los nadies: los ningunos, los ninguneados).

Este autor uruguayo de obra prolífica, se le nota que disfrutó escribiendo su festival de ideas, que se nutren de la historia o de la desmemoria de ella, de las religiones, de la política, de su aguda observación de lo que ocurre alrededor y de la vida misma. Especialmente de la suya, cargada de su visión del mundo, que por cierto, cada uno podrá o no compartir.

Una buena noticia es que también hay algunas perlas de humor, de esas que Galeano coleccionó en sus andanzas.

Y nos dice, que dicen las paredes de las capitales: “Todos prometen y nadie cumple. Vote por nadie” O “Cómo gasto paredes recordándote” y otras cosas como esas. O que en alguna parte le contaron un proverbio de África: “Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador”.