Los resultados de las recientes elecciones evidencian un cambio significativo en la preferencia de los votantes que expresa en el predominio de los candidatos independientes. En la actualidad, 165 municipios están gobernados por independientes, y, de los alcaldes electos el fin de semana, 208 lograron su cargo bajo esta denominación. De estos, 104 ganaron dentro de pactos y otros 104 fuera de ellos, transformándose en el 60% de los alcaldes del país.
Su creciente presencia representa un desafío para el vapuleado sistema de partidos y para la salud de nuestra democracia. Este dato es la expresión inequívoca del descontento con los partidos. Su éxito, parece ser indicativo de la aspiración de representación más auténtica y de decisiones que respondan directamente a las necesidades locales, sin la intermediación de las grandes estructuras partidarias.
La etiqueta "independiente" parece ser el nuevo atractivo para ganar la confianza ciudadana, en un entorno donde el descrédito de los partidos políticos ha permeado profundamente. Al presentarse como ajenos a las estructuras políticas tradicionales, estos candidatos buscan conectar con un electorado cansado de las prácticas partidistas y ávido de rostros frescos, que, al menos en apariencia, no representan los intereses de las cúpulas políticas. En algunos casos esto puede ser solo una ilusión ya que entre los “nuevos” independientes no es difícil reconocer algunos “viejos” militantes de partidos.
¿Es esta "independencia" un cambio genuino hacia una nueva forma de gobernar o una respuesta estratégica a la crisis de representación? Queda en manos de estos nuevos/as alcaldes demostrar si su independencia es real o simplemente una estrategia electoral.