Si bien compararse con las demás personas no es una acción o una conducta necesariamente mala, sí puede convertirse en un grave problema cuando estas comparaciones se vuelven recurrentes y se transforman en una suerte de “medida de la valía personal”.
No obstante que hay que tener presente que el acto de compararse con otros representa un proceso que resulta ser casi inevitable en el día a día, es crucial que la persona sepa desde ya, que si para ella es indispensable compararse con los demás –a fin de contrastar sus logros y fracasos para sentirse mejor consigo misma–, entonces existe la real posibilidad de que el propio valor personal esté condicionado por el tipo de comparaciones que hace la persona –sean éstas negativas o positivas–, por cuanto, además del posible daño a la autoestima que esa acción puede provocar, no resulta ser del todo justo para la persona, ya que el estado de ánimo y el grado de automotivación estarían dependiendo –en buena parte– del resultado de la comparación, especialmente, cuando el resultado es negativo.
El primer psicólogo social que comenzó a estudiar el fenómeno de la “comparación social”, fue el Dr. Leon Festinger –conocido internacionalmente por su trabajo seminal acerca de la “teoría de la disonancia cognitiva”– quien, en su teoría de la comparación social, sostuvo que las personas “tienen un impulso innato para efectos de evaluarse a sí mismas, a menudo en comparación con otros”. El Dr. Festinger estimaba que la gente se compara con otras personas como una manera de establecer o fijar un punto de referencia, por intermedio del cual, pueden hacer evaluaciones precisas acerca de ellas mismas.
El proceso de comparación social comienza con “conocerse a sí mismo por medio de la evaluación de las propias actitudes, rasgos personales y habilidades”. En segundo lugar –y en la gran mayoría de los casos– el proceso de comparación social se lleva a cabo con aquellos individuos del propio grupo o con sujetos de similares características, en función de lo cual, se producen dos tipos de comparación: (a) comparación social ascendente y (b) comparación social descendente.
La “comparación social ascendente” se produce cuando la persona se compara con aquellos individuos que considera que son mejores que ella. Este tipo de comparación, generalmente, se enfoca en el deseo del sujeto de mejorar su estado actual o el nivel de habilidades disponibles.
La “comparación social descendente” ocurre cuando la persona se compara con otros sujetos cuya situación o condición es peor que la de la propia persona. Este tipo de comparaciones “a la baja”, muy a menudo se enfocan en hacer sentir mejor a la persona en relación con sus habilidades o rasgos personales, bajo el principio de “puede que no sea bueno en algo, pero al menos estoy mejor que los demás”.
Ahora bien, algunas consecuencias negativas que pueden surgir del hábito de compararse con otras personas, son las siguientes: (a) debilitamiento de la autoestima, (b) baja en el estado de ánimo, (c) dificultades para establecer relaciones interpersonales sanas, (d) enfocarse en aquello que la persona no tiene, en lugar de hacerlo en aquello que sí tiene y que puede fortalecer.